El primer estímulo consciente que me condujo a las artes plásticas y en especial a ésta propuesta fue entre los nueve y diez años cuando leí el libro de Antoine de Saint-Exupéry, El principito, de allí, comienzo a tener noción de lo interno y lo externo; me preocupaba profundamente la idea del universo, las estrellas, otros planetas y la vida en ellos. Me preguntaba qué otros lugares podía conocer, fantaseaba con aquellos planetas que desconocía, cómo serían, qué me encontraría y me di cuenta que todo eso existía cuando yo pensaba en ello y cuando no, también.
Lo esencial es invisible a los ojos
Cuando comienzo en el Instituto de Estudios Superiores de Artes Plásticas Armando Reverón (IUESAPAR) ahora llamado Universidad Experimental de las Artes (UNEARTE) muchas experiencias comienzan a surgir, donde la escuela es una puerta trascendental en ésta mirada a los antecedentes personales. Mi acercamiento a lo intangible, lo etéreo es una relación larga, profunda y una constante en mi vida.
Durante el Ciclo Básico en el Taller de Lenguaje Plástico con la profesora Antonieta Sosa me enfrento con tres ejercicios que marcan la pauta de lo que ahora es mi Trabajo Especial de Grado (TEG).
En el ejercicio autobiográfico propuse un reconocerse a través de los sentidos. Consistía en una pared de plástico negra con forma de circunferencia donde el espectador tenía que recortar un espacio para introducir la cabeza, allí parto de un performance presentando la imagen del ángel, con sus elementos característicos y los ojos vendados, leyendo un poema de mi autoría y que cavilaba sobre el problema de la existencia y la conciencia de ello.
En el ejercicio Interno/Externo presento dos jaulas de metal una de pequeño formato que cuelga del techo con unos brazos en yeso que la abrazan y unas alas blancas y otra jaula de mediano formato sobre el suelo con una niña que llevaba una camisa negra, allí, propongo el trabajo de la memoria próxima a aquella que nos remite a la infancia y los recuerdos que esbozamos en nuestra vida y una memoria lejana que abarca los momentos que olvidamos.
El tercer ejercicio realza la concepción de la muerte como lírica, allí el icono del ángel se conserva como esencia y cuerpo etéreo. A través de un performance la imagen de mí se proyecta sobre mi cuerpo con un videobeam haciendo movimientos coordinados hasta cierto punto donde mi cuerpo real se detiene y la imagen continúa moviéndose.
La importancia de estos tres ejercicios radica precisamente en esa constante inquietud que tenía sobre el “problema” de la existencia y, más aún, al concepto que he formado de una coexistencia basada en sueños y experiencias sensoriales que he tenido desde mi infancia.
Dentro de éste contexto es importante destacar mi propuesta plástica y el Trabajo Especial de Grado basado predominantemente en una intención de comprender, materializar y verbalizar el conjunto de experiencias en torno a la visión que tengo de la existencia.
En cuanto al sentido de la vista y el papel que juega como detonante en mi propuesta dentro de aquellos tres ejercicios realzo algunos elementos que me llevaron a desarrollar el TEG:
-La visión (a través de la lírica y el vendaje en los ojos)
-La idea de coexistencia (a través de la memoria)
Cuando comienzo en el Ciclo Profesional había elegido, sin mayor dificultad,
Más tarde, cuando comienzo en escultura, me encuentro con Guillermo Abdala profesor del primer año de especialidad y ahora mi tutor de Trabajo Especial de Grado, quien formula un ejercicio para comenzar a reconocer y manejar los elementos básicos de la escultura. Dicha propuesta estaba basada en la selección de una pintura cubista para hacer una interpretación de la misma.
Líneas curvas, cavidades y relieves recargados, para mí era evidente el origen cubista si abstraemos los elementos principales en las dos pinturas que había seleccionado:
Este ejercicio fue determinante en mí proceso plástico no solamente por lo que el cubismo influyó en mi trabajo —factor del que estaría conciente mucho más tarde— sino por la exaltación de la línea curva, que fue estimulándose hasta llegar a ser una constante.
En el segundo año de Escultura lo que eran ejercicios intuitivos y exploratorios, se transformaron en una reflexión y un constante cuestionamiento. La lírica que yace implícita en la línea curva no podía desligarse de la arcilla y mucho menos de mis manos. Pero, dentro de las contradicciones en las que me encontraba, buscaba siempre racionalizar lo que hacía para darle “un mayor sentido”.
De vez en cuando asumimos la palabra y el hacer como un pensar y una lógica; sin darnos cuenta de que, en ciertos momentos, no necesitamos demasiado pensamiento en algo que está en contacto con la esencia más íntima de nuestro ser.
El objetivo de ese año consistía esencialmente en desarrollar un concepto plástico sólido y mejorar la técnica en la práctica. Me enfoqué básicamente en el modelado y el trabajo en resina, en cuanto al concepto, había plateado la relación de la música y el espacio. En la exposición final El espacio del sonido (junio 2007) había dispuesto tres esculturas en pequeño formato suspendidas de los techos sostenidos cada una por una pequeña plataforma.
Recibí muchos cuestionamientos con respecto a ese espacio del sonido del que yo hablaba. Partiendo del carácter universal, abstracto e intangible de la música y hablando de cuerpos concretos y contundentes tal como lo son las esculturas había dos factores que se enfrentaban y eran tremendamente opuestos.
Como consecuencia de esa conversación posterior a la presentación de ese trabajo, me vi encaminada a la idea de crear un concepto que abarcara lo que yo venía haciendo y algunas otras cosas que también me interesaban precisamente lo etéreo, el trabajo de la muerte, la lírica, lo intangible sin querer abandonar lo abstracto de la escultura que había madurado.
Es en ese punto donde, luego de meses de observación, pensamiento y digestión dejé a la escultura tomar su autonomía me propuse reflexionar al respecto, lo que trajo como consecuencia el cuestionamiento.
Entonces, ese punto, aquel en el que cambia la visión de las cosas y los seres era una consecuencia directa del hacer y el pensar. La idea de multidimensionalidad no es una palabra que todo lo origina es más bien el producto de esa dialéctica, sumado a mi pretensión de sincerarme con lo que hacía.
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